Tiempo que se fue.

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Escuela ermita de San Sebastián
Escuela ermita de San Sebastián
"Vivencias"
Raul Delgado G.

Otra vez aquí con letras desnudas, que aunque lleven tinta, se ven sus costuras; otra vez aquí mis palabras viven a su suerte, pero sin ser diferentes. Yo sigo siendo aprendiz  de tu historia, de esa que cuenta tu tierra a la sombra del árbol de la Plaza. Alimento mis letras de lo que recibo a diario cuando piso tu suelo;  cuando te veo entre la gente y aprendo de todo cuanto tengo de frente, de todo lo que reside permanentemente. Letras que nacen y maduran en octubre, letras tuyas, letras mías. Cambian tus años, todo calla y todo sigue, duerme Bonares en invierno y despierta cuando vuelve la brisa de primavera temprana a su ventana. Tiempo que se fue, historia que cambia, como cambian los vientos, pero el pueblo perdura; cambia el siglo, todo pasa y todo queda; invencible no porque gane siempre, invencible porque nunca se rinde.

Estas palabras de las palabras mías, nacen para sentirse dueñas de su sentimiento, dueñas de su libertad y dueñas de lo que dicen. Palabras que se hacen veredas al caminar, que se mueven al son de mi corazón, que aprenden de autores que son profetas, que escriben sonetos por versos dándole forma con un beso. Como los sonetos, vivos y libres, de Cristóbal Carrasco que bailan al son de las notas  que emanan de la guitarra de Felipe Chaparro. Pozo, agua y vida. Árbol, agua que es vida, vida que riega el agua del pozo, árbol de la Plaza que da sombra a mis letras, que da sombra a un pueblo, que no es una sombra cualquiera, porque sólo a Bonares quiere por compañera, sin más reflejo de ese pueblo que las letras de su nombre, que lee el hombre, que riega el agua, que va muriendo en el atardecer y cobra vida al amanecer, cuando el agua del rocío, cada día, cobra vida en el pozo  y riega al árbol, que da sombra a mis palabras y que en tu fachada dejo escritas.

Tal vez ya no recuerdes la historia que en ti vivió, tal vez olvidaste como en ti todo se perdió, tal vez, por eso todo esto a tu pasado se olvidó.

Tierra cobarde, tierra valiente, a ti que el sol te engulle lento, aquí me tienes, que se pare el reloj, que voy a escribirte palabras que vuelvo a traerte, ahora que mis palabras ocupan este tiempo entre los dos, que suenan a golpe de tambor y vienen con viento de babor.

Escuela ermita de San Sebastián
Escuela ermita de San Sebastián

Dime, ¿dónde quedaron tus escuelas? Esas donde el niño hacia volar su imaginación y en su redacción te describía como el sólo sabía. Dime donde se fueron. Dime que fue de la número cuatro,  para niños o de la número uno, para niñas.  Niños, niñas, que el día en que tomaban la Primera Comunión, el día en que se celebraba el fin de una guerra donde nadie ganó o para la festividad de la Pascua de Resurrección, eran invitados por la Corporación Municipal a un desayuno de pan y leche caliente.

No sólo ellos, enriquecían su saber con lo que se enseñaba entre libros y pizarras. También otros, los adultos, ocupaban pupitres cuando el sol oscurecía al trigo, se despedía del campo y la luna iluminaba aquellas aulas de la escuela número tres.

Sé que me esperas en la esquina, sin importar cuál sea la esquina, allí te encontraré, rondando la esquina cualquiera, como cualquiera pueda rondarte, como cualquiera que no tiene nada para comer y espera de los demás. Porque como el puente Rebonito, que ya desapareció, también lo hizo el padrón de beneficencia municipal, ese que a los incluidos en él, permitía engañar al hambre y aliviar las enfermedades. Y cuando las bocas sumaban más de tres, cuando las familias se convertían en numerosas, también era de agradecer ese otro título que concedía la Corporación Municipal, título numerario le llamaban y aunque no te hacía destacar por nada, hacia restar céntimos en el precio de lo que se necesitaba y por ello se compraba.

ideal cinema de Bonares.Ojalá pudiera enseñarte, entre risas y cariño, todo lo que perdiste Bonares, como si de una película se tratara, pero ya el «Ideal Cinema» hace mucho que cerró, nada es lo mismo, ni la calle San Sebastián, ni el número ocho donde allí se ubicó. Allí, como si todo el año fuera febrero, como si febrero fuera todo el año carnaval, cobraban vida las imágenes como marionetas de la Tía Norica, mientras la música de fondo sonaba como la música que cada espectador elegía para la banda sonara de su vida.

Va tu nombre, tú historia, de boca en boca en forma de pregón, como los que pronunciaba el Sr. Galán, quien sabía más de la población, que el propio alcalde o que cien mil concejales distintos. Voz de un pueblo en forma de copla, que baila por  mayo, cuando la Cruz se hace presente, en el tiempo eterno que se para y se queda eternamente.

Es tu voz, la voz de un pueblo, de hijos que nunca dejaron de quererte, que nunca dejaron de mimarte, por más que la distancia entre ambos se midiera en kilómetros. Hijos de las madres, principio de la vida, hijos mecidos por las manos de María Salomé Martín Carrasco o Coral Rodríguez Chaparro, matronas titulares ellas, manos de mujeres, de las mujeres de un pueblo, de madres que pelearon sin temor, por la vida, por sus hijos y por su amor.  Manos también de Melquiades el médico y de otros tres compañeros de profesión, matasanos los llamaban algunos, galenos otros.

Déjame una vez más dejar atrás la frontera y cruzar tus puertas, mirar desde la ventana y alcanzar con la vista tu Ermita,  sentir el olor de tu mar, sentir tu viento  peleón en tus esquinas, ver  tus plazas, escuchar el Bonares de tu recuerdo, pisar el mismo lugar donde todo pasó, pintar tu corazón con los colores de tus calles, entender para volver a contar todo lo que se fue, mientras tus palabras riegan las raíces del presente que veremos, de un pueblo que es santo y seña, que tiene memoria y es libre por siempre.

Raúl Delgado.