Aquella mañana del mes de mayo, ese en el que los chaparrones hacen su presencia y lavan los pinos, Asunción fue testigo de la partida de una Hermandad, de una familia que caminaba unida, paso a paso, haciendo camino al andar, haciendo de cada paso una oración presente, un corazón latente, un solo corazón, un solo camino, una sola presencia en la mente, la Madre de todos, Imagen Bendita, que tan pequeñita, acompañan desde bien temprano, a las claras del alba.
Misa en el Corchito, D. Antonio Bueno presente, su corazón fuerte. Señal de la cruz, besos de despedida, abrazos que dan vida, lágrimas, sentimientos, todos allí se conocen, se quedan algunos, el resto se marcha, primera pisada en la arena, sabiendo donde se comienza, sabiendo donde se termina, flores del campo pintan las veredas, despierta la mañana, romeros al paso, mulas incansables, peregrinos en silencio, suman las horas, no hay mas demora.
Atrás queda un pueblo, que en la lejanía se va haciendo cada vez más pequeño, triste por la despedida, alegre porque esa misma acaba en unos días.
Suenan los cohetes, el sol baña la carreta de plata y a una Santa que con sus niños vigila la senda que llega; Don José acompaña, palabras, confesiones, se agradece la compañía, como la de Dios cada día; se hace presente el polvo, los duros arenales, el cansancio, el calor, nada importa, todo es sabido, el esfuerzo es recompensado por esa niña guapa de la calle Misericordia que camina a mi lado; suena la flauta y el tamboril, una pará, se reza el ángelus, miro a la Señora, de todos bien merecedora.
Cambié la calle Castilla por la calle Ildefonso Prieto, Sevilla por Bonares, los naranjos que dan sombra a la Chiquitita por las campanillas, los bueyes por mulas, el Aljarafe por el Corchito, no cambié mi medalla Trianera al cuello, todo era distinto pero simple a la vez, tratado como uno más, en esa gran familia rociera que caminaba a mi vera.
Se hace larga la tarde, pequeñas gotas de lluvia refrescan a los peregrinos; Nuria busca el mejor enfoque para decir que una imagen vale más que mil palabras; despacio avanzan los tractores; no callan los cantes, no silencian las palmas, se refleja la alegría porque la aldea se ve a la lejanía.
En la Casa Hermandad esperan cientos de devotos, cuantos recuerdos de esa casa donde de pequeño acudía con la Hermandad de Marbella, decir Marbella es decir Bonares, así lo siento y lo escribo para que no se lo lleve el viento; la espera es silenciada por una Carreta que llega y allí todos los presentes fijan su mirada hacia una misma dirección, una mujer, Madre de Dios, Rocío Madre Nuestra, Rocío, Bendita Rocío.
Espera el lunes, para llevarla a Ella a hombros. Espera el martes, camino de vuelta a Bonares.
Me marcho, seca va quedándose la tinta. En la alacena, aguardan un huevo y una rosca para recibir en el Corchito a esa Hermandad a la que tanto agradecer, esa que su mano me dio para caminar juntos, esa que tanto me hizo sentir, ella a la que le digo que pendiente estaré otro año para volver a repetir.