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Déjame revivir aquella mañana, de misma arena, de arena distinta, eslabón de la cadena que une el camino del mismo destino. Camino que nace en tu plaza. Plaza, Asunción como testigo, de aquella vez primera de primavera. Déjame volver a vivir aquel despertar y pisar tu inmaculada arena, como primer caminante de tus noches y tus días, como el habitante que ante tu Simpecado se queda con la mirada perdida. Déjame caminar por la alfombra de pinares que llevan a la ermita, ermita donde espera la Madre, ermita donde espera el Hijo, donde ante el Hijo y ante la Madre, sus hijos se arrodillan, donde termina el camino, el Ajolí y su orilla.
Espera esa Hermandad que nació cuando no había ni para un puchero, arropada por padres y viejos, mayores del mundo de antes, de una tierra dividida, de cara oculta en los hogares, parida en la tierra, parida en Bonares, cuando todo se esperaba, esperaba la muerte que aguardaba en la trinchera del frente, año treinta y cinco, hablaba la tinta plasmada, de la historia que queda guardada.
Bonares la parió al son de una mecedora, con cante de salve y romero, a su Hermandad del Rocío; Bonares la mimó junto al potrillo “Pistola”; Bonares le dio su nombre y la amamantó ella sola; Bonares le puso a su lado a Antonio Bueno como compañero, no quiso ser el primero, quiso ser uno más, de ese primer romero, de ese primera romería, que en el mismo año que naciera, fuera la vez primera, de junio caluroso. Romeros, que sin importar el cansancio ni la hora, llegaron hasta la ermita y se postraron ante la Señora.
De nuevo voy a seguirte, a mirarte como tú sabes, a gritos mi silencio, junto a esa mujer que puso en mi corazón tu medalla. Nos espera el camino. Mis botas saben la arena que le espera y ellas, las huellas que dejarán para el que me siga. Avisado está el tiempo para que borre el surco que dejaré tras de mí. Acompañan vivencias de aquella vez primera, esa que caminé a tu vera.
Carreta, mulas, carretero, que envejece a cada pisada, que se marca, que viene dada, que recoge el testigo un pueblo que acompaña, sin saber el nombre de todos, de todos no importa ni su nombre, cuando con el sentimiento distinto es la misma fe la que se sigue. Se sigue a una carreta, donde va Ella, donde va El. Se sigue a un pueblo, que cerradas sus puertas tiene por un día, algunos volverán, otros en el Rocío se quedarán, pero todos en la plaza donde todo comenzó, en ese mismo punto de partida, de nuevo se juntarán, aquellos que volverán.
Otra vez, otro año junto a ti, cuando te dije hasta luego sabías que pronto nos volveríamos a ver, sin darle al tiempo más territorio, sin más extensión como la que vivimos. Polvo en el trigo, arena en las arenas, todo me volvió de nuevo a ti, ahora, aquí donde nos encontramos, en este pequeño infinito donde nos vemos. Aquí ante tu Simpecado, nada ha terminado y así como fue nuestro primer encuentro, nada ha cambiado.
De nuevo Asunción será testigo, en ese momento en que nos encontremos, para decirte nos veremos, nada te prometo Bonares, nada te dejo dicho, todo te lo dejo escrito para que mis letras se queden en ti guardadas y no se las lleve el viento, ya será ese viento quien me susurre que te busque, como te busco entre las esquinas y tus calles.