Mi infancia se mezcló entre aires de Sevilla y aires de Cádiz, de esos que me traían cada febrero un ritmillo que con pocos años no sabía de donde emanaba.
Luego la televisión, esa de pocos canales, llenaba mi cabeza cada febrero, con letras, músicas, disfraces, plumeros y serpentinas, aquellos jueves donde de noche, cuando la mayoría de los niños de mi edad soñaban, yo permanecía atento a aquel televisor inmenso, grande y marrón. En esa segunda cadena de la televisión pública se quedaba fija mi mirada en lo que ofrecían en riguroso directo y anotaba en un pequeño cuaderno algo de lo que allí cantaban.
Carnaval. Aquello se llamaba carnaval, de Cádiz, del Gran Teatro Falla, del Teatro Andalucía, de Pedro Romero, Quiñones, Villegas, Martín, Martínez Ares, Sheriff, Pardo, Lobe y Selu, entre otros, todos pasaron por aquella vieja televisión.
Carnaval de un concurso de agrupaciones que para que mentir, hacía que al día siguiente de su final no fuera al colegio, y aprovechaba las notas de aquel cuaderno para escribir alguna que otra letrilla que verdaderamente no sé en que cajón habrán terminado por encerrarse.
Carnaval, el concurso; la calle, eso que se vivía el domingo posterior en Cádiz, era totalmente diferente, allí residía el verdadero carnaval, las agrupaciones cantando por las esquinas; las ilegales con mas o menos afinación recitando por los callejones y los coros en las bateas tronando como si de verdaderos juglares se trataran.
Por ello desde hace mucho tiempo, quizás antes que un templario fuera testigo de las cartas que se enviaban Catalina y Sebastián, me quedé con lo bueno de uno y lo otro, para hacer mi propio carnaval, ese que sale a la calle y se hace presente todo el año.
Pero no solo se hace presente el Carnaval en Cádiz, son muchas las localidades en las que de una u otra manera se hace latente esta fiesta, donde las letras toman su tono satírico y disfrutan las agrupaciones familiares o de amigos y uno se disfraza hasta de lo que incluso nunca se imaginó. Carnaval de Huelva, Isla Cristina, Alcalá de Guadaira, El Puerto de Santa María, Carmona… son claros ejemplos.
Me cuentan que en Bonares también se disfruta de este carnaval. No lo conozco, pero esa mujer que no le hace falta disfraz para estar más guapa, me cuenta mil y una anécdotas del que allí disfrutan y en el que cuentan con su Reina del Carnaval y no faltan los pasacalles, cabalgata, concurso de disfraces, bailes… y lo más importante, que existe un carnaval infantil, importante porque en esa cantera está la propia existencia de la pura inocencia que se arraiga en su interior para cuando ya sean adultos, seguramente, continúen disfrutando de esta fiesta, de este veneno, que te engancha por lo malo y lo bueno.
No hay concurso de coplas, tal vez eso sea lo de menos, lo importante es arrancar una sonrisa y buscar la diversión tras una máscara y un disfraz, aunque quien sabe si algunos atrevidos se lanzarán a cantar alguna que otra letrilla, algún piropo a la Santa, una crítica al concejal de turno, la anécdota de la cabra que se escapó por Navidad o los ligoteos en las casetas entre los mozos y las muchachas.
Un carnaval de Bonares, que ya se anuncia. ¿Será verdad todo lo que me han contado? La respuesta, habrá que vivirlo en primera persona bien acompañado.