Continuando con la naturaleza del símil con el que abrí mis colaboraciones con éste portal, existe un programa de televisión llamado «Ajuste de Cuentas», en el cual se trata de ayudar a organizarse a familias que, pese a contar con sueldos e ingresos, acumulan impagos y los derroches y la mala gestión los ha llevado a la bancarrota.
La solución que se les da siempre es la misma, les organizan y planifican los pagos y ajustan la vida de la familia al dinero restante una vez cumplidos dichos pagos.
Normalmente les «obligan» a desprenderse de pequeños lujos, a darse de baja de servicios no imprescindibles y a gastar y vivir con arreglo a sus posibilidades, muy por debajo de cómo lo hacían con anterioridad. Medidas muy duras a las que es muy complicado adaptarse, y vemos como lo pasan realmente mal.
Uno ve el programa y a nadie se le pasa por la imaginación pensar lo malvados que son los asesores del programa que intentan arreglar la situación de la familia, hacen lo que tienen que hacer, la única solución posible, los derroches pasados son los verdaderos culpables de que se llegue a esa situación.
¿Y si extrapolamos eso a la situación de nuestro país?
El nuevo gobierno de la nación está tomando día tras día decisiones muy duras, durísimas, impopulares, que dinamitan por completo muchos pilares de la, ¿irreal?, estabilidad que teníamos hasta ahora, incluso es más que posible que en algunos temas en concreto se hayan pasado de frenada y existan errores, puede ser.
Realmente cuesta muchísimo trabajo defender y apoyar tales medidas, es humano el sentimiento egoísta de pensar que no me toque a mí y lo soporten otros, o aquello tan castizo de «virgencita, siquiera como estaba».
La Reforma Laboral, la Sanitaria, la Educativa, la Fiscal… todas, nos afectan directamente y vienen, de una forma u otra, a hacernos la vida algo más difícil que hasta ahora la hemos tenido y, claro, eso no es lo que esperamos de un gobierno. Queremos que nos digan que la cosa se está arreglando, que en breve volveremos a vivir como hace unos años, que nuestros sistemas no corren peligro, que la economía se está recuperando y en poco tiempo todos tendremos trabajo y el paro dejará de existir.
Lo malo es que la realidad es bien distinta. Lo peor es que todo lo que hemos puesto en pié durante años, generaciones y generaciones de españoles, está en serio riesgo si no ponemos remedio, y ese remedio pasa por unas medidas tan duras como las que estamos sufriendo y las que nos quedan por sufrir. Decir lo contrario, dar falsas esperanzas y expectativas es sencillamente, engañarnos a todos.
No voy a caer en excusar al gobierno con los argumentos de que los verdaderos responsables de que corramos ese riesgo fueron los anteriores gobernantes que durante ocho largos años despilfarraron dinero a espuertas, que nos mintieron con que no había crisis cuando todo el mundo se preparaba para ella, que camuflaron cifras antes de las elecciones generales de 2008 para ganarlas, que nos dijeron cuando millones de personas se quedaban en paro y cientos de miles de empresas cerraban que no era una crisis sino una «desaceleración» o «momentos de pequeña dificultad», que hablaron después de que estábamos en la champions league de la economía europea, que posteriormente nos encumbraron con unos «brotes verdes» que anunciaban una inminente salida de la crisis o más recientemente que a la semana de perder las elecciones ya estaban incendiando las calles y puestos los primeros detrás de las pancartas. No voy a caer en el argumentario de “no han dejado nada”, aunque podría.
Me preguntaban con motivo de la huelga general del 29M si el no secundarla era debido a si estaba a favor de la Reforma Laboral y mi respuesta fue que como trabajador evidentemente que no me hace ni pizca de gracia que mi indemnización por despido pase de 45 a 20 días por año.Pero mucha menos gracia me hace que muchos de mis familiares estén en paro y casi sin posibilidad alguna a la vista de encontrar empleo.
La Reforma Laboral no provoca entusiasmo a nadie, pero es absolutamente necesaria y va especialmente dirigida a crear empleo, pensada fundamentalmente para los parados, aún a costa de ser poco garantista con los empleos estables existentes.
Aquel que crea que cualquiera de los nuevos ministros las decisiones que está tomando sean las que siempre soñó tomar si alguna vez llegaba al cargo, debe que hacérselo mirar.
Se están tomando infinidad de medidas todos los días, todas encaminadas a salvaguardar el estado de bienestar, algunas muy positivas y, en teoría, más propias de un partido de izquierdas, como el rebaje de sueldos a ejecutivos de bancos intervenidos, como la dación en el pago de las hipotecas, la rebaja de subvenciones a partidos políticos y sindicatos, la rebaja del sueldo vitalicio a expresidentes, la lucha contra el fraude y otras muchas más, aunque de esas no se habla.
El sistema está arruinado y hay que salvarlo, las soluciones que se toman no son el problema, el problema es la situación en la que están las cosas, absolutamente en bancarrota, con unas administraciones públicas que tienen un esqueleto que gasta mucho más de lo que ingresa creando un déficit que es el caballo de batalla al día de hoy. Estas medidas están empezando a recuperar algo importantísimo y que habíamos perdido y es la confianza del exterior hacia nosotros, ese debe ser el primer pilar que nos haga empezar a levantarnos.
Que los dirigentes socialistas estén todo el día bombardeando medios anunciando el fin del mundo no supone nada nuevo bajo el sol, era lo que se esperaba, pero si aplicamos un poco de sentido común a la hora de valorar lo que se está haciendo, la conclusión es que hay que tener confianza y que si se hubieran empezado a tomar medidas hace tiempo, seguro que las cosas no estaban tan mal, pero no se hizo y ahora nos toca apechugar.
En definitiva, queridos lectores, una vez tomada posesión en el gobierno y valorada la situación tenían dos opciones, o mentirnos y seguir como si nada hasta que todo saltara por los aires, o coger el toro por los cuernos y tratar de arreglar esto, aunque pasaran a la historia como los ministros y ministras que hicieran los recortes más duros de la historia de este país. Aún a sabiendas de ello, eligieron la segunda opción en un ejercicio de responsabilidad que no tiene parangón en la historia de éste país. Hasta la próxima. Suerte.