DESDE GALILEA.
Cuando he leído el artículo de la historia de los tres hermanos asesinados brutalmente, me revive los recuerdos de ese tiempo, en mi querida parroquia de Nta. Sra. De Belén, que yo organicé en el año 1968, que comprendía las Bdas. de la Navidad; Santa Lucía; la Sgrda. Familia (un asentamiento gitano); la Gavilla; el Hotel Suárez; Cardéñas; hasta Peguerillas. Eran trece mil personas en ese momento.
En ese asentamiento gitano tuve muy buenos amigos, como en las otras Bdas., pero en esta, era el paño de lágrimas. Servía de abogado defensor y hasta de médico de urgencia. Después de 37 años que la dejé, cuando me encomendaron organizar la de San Leandro, en el Polígono de S.S., conservo aún muchos recuerdos. Y hoy ese artículo, me los revive.
Esa Antonia, acusada y condenada a prisión, que habla el artículo, era mi penitencia diaria. Tenía 12 hijos y los dos mayores con el padre fueron los asesinos. Sus fotografías, me recuerdan tanto dolor. Venía a llorarme, esta madre, cuando aconteció este suceso, para que intercediera por ellos. Ella, no sabía que los muertos, no sólo eran de mi pueblo, sino que eran primos hermanos, de mis primos hermanos, Francisca e Isidoro. Yo quería comprender el dolor de aquella madre y procuraba consolarla y hacerle presente el no menos dolor de aquellos padres y de la hermana que quedó. Le decía, sé, que tus hijos y tu marido tienen derecho a ser defendidos, pero en este caso, no cuente para nada conmigo (nunca descendí a decirle porqué). Yo les perdono, le decía a la madre, en nombre de esta familia, pero comprende, Antonia, que deben de pagar lo que han hecho injustamente. Son ¡Tres muertos! Y a sangre fría fueron a por ellos. (Creo, que por la carga de hijos se libró de la cárcel).
Antonia, era una gitana buena y antes de esto, me reía porque le preguntaba por el nombre de los hijos, que yo iba contando y cuando terminaba, le decía: te faltan dos. Empieza otra vez y al final: todavía te falta uno… Los últimos se los bauticé yo. Desaparecieron del Barrio, sin saber nadie, donde y como.
A mí, en la práctica, me mantenía económicamente mi madre, porque las 1.800 ptas. que el Obispado, entonces, me daba al mes, me las sacaban unos y otros. A veces con engaños. Venían tarde a decirme: mis niños se acuestan sin comer. ¿Cómo iba yo a cenar y a acostarme sabiendo que unos niños, no habían comido?. Tenía en la Parroquia unos vecinos colaboradores, que por seguridad me acompañaban en las tardes, cuando venían del trabajo. Entonces cuando comencé a descubrir los engaños, les decía, siéntese aquí con ellos y espera un poco, que tengo que hacer algo urgente. Me iba a la casa y le preguntaba a los niños qué habían cenado y me contaban, nos reíamos y volvía a decirle: ¡Hermana! Esto es como el cuento de que “viene el lobo”, cuando venga de verdad, no me lo voy a creer: Tus niños, no solamente han cenado, sino que están alegres y contentos.
En otra ocasión, otra venía llorando a grito porque la Guardia Civil le estaba dando a su hijo una paliza de muerte. Salía corriendo hacia el Cuartel de junto a la plaza de toros y efectivamente me encontraba al hijo, sentado en el despacho del Comandante de Puesto, siendo interrogado pacíficamente. Y así interminable…
Todavía me queda una espina clavada. Un grupo de obreros, se me ofrecieron para colaborar en los trabajos sociales que yo emprendí en los barrios, (pero no querían saber nada de la Iglesia). Me dije: ¡Bueno!, algo se le pegará. Pusimos luces en las calles, les pusimos nombres a todas; pusimos fuentes públicas (tenían que ir al chorrito por el agua), atravesando entonces la vía del tren de Zafra y la carretera de las Colonias. [pullquote]Por estas acciones sociales y a lo mejor por mis acompañantes, en algunos sectores me tacharon de “Cura Comunista”.[/pullquote] Era el tiempo de la Dictadura, se muere Franco, vienen los partidos políticos y resulta que estos con el pretexto de colaboración con una parroquia y como a mi amparo, se sentían seguros, se habían organizado como el “Partido Revolucionario del Trabajo”, los más hostiles a la Iglesia en aquel tiempo. Desaparecieron y en mis años de párroco en Huelva, no logré conectar con ninguno de los que colaboraron conmigo y puse empeño en intentarlo.
¡Cuantas historias! El próximo día 13, cumplo 55 años de Sacerdote y de edad, voy ya camino de los ochenta. Después de una vida que el Señor me pidió, para consagrarla a los demás y de no vivir para mí, que es el secreto de la felicidad, que vivo y siento en este momento felicísimo y dando lo que me resta. Son muchos de estos recuerdos, los que algunas cosas me motivan que aparezcan.
Perdonad este desvarío al comunicar mis sentimientos en estas fechas, pero sois los míos, a los que quiero. No soy una planta sin raíces y sin buena tierra y eso sois vosotros para mí. ¡Mis raíces y mi buena tierra! ¿Con quien mejor me voy a comunicar en mis sentimientos?. Dice el Salmo 137 sobre Jerusalén: “¡Si me olvido de tí Jerusalén, que se me seque la mano derecha, que se me pegue la lengua al paladar, si de ti yo me olvidare, Jerusalén, Jerusalén! (¡Bonares, Bonares!)…
Desde Galilea–Antonio Martín Carrasco
Sacerdote de Bonares