El día de todos los días.

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"Vivencias"
Raul Delgado G.

No es un día que se hable en los libros de historia, pero para que quiero yo esa historia si no sale ese día, ese que dice que no hay ni habrá otro día,  ese que solo trae y traía la fecha marcada en rojo del calendario, ese mismo que he mirado mas que nunca en las últimas semanas; ese día que llega acompañado de recuerdos, vestido de año, que tapa las miserias y a un pueblo da la vida de nuevo, cuando por sus puertas casi se escapa este mes; ese día donde cada bonariego hace para si el amor de una misma mujer; veintidós de octubre, para ellos el día de todos los días.

Ese día, espero volver a ver a esa mujer que dio su vida por un hombre y lo acompañó hasta el Santo sepulcro y si así se cumple mi deseo, a mi lado también estará esa otra mujer que me abrió esas mismas puertas de ese pueblo, que grabó a fuego este día en su propio calendario. Seguramente se miren la una a otra, se mezclen el verdor y el negro de unos ojos y se produzca esa conversación entre las dos, conversación en el silencio mas absoluto y no seré yo quien les pregunte que han hablado, porque donde manda el corazón, sobra hasta la propia razón y  donde se pierden las miradas, sobra hasta la palabra mal hallada.

Allí, ese día, por las calles de Bonares, donde ya no queda ni rastro de aquella juncia de verano, no estaré solo, lo aseguro, creo no mentir, allí todo un pueblo junto a su Santa; pueblo amparado bajo sus brazos, que no pierde su mirada en Ella y le habla bajito, que no deja de buscarla a veces mientras culpa al destino de no tenerla tan cerca, que la nombra cuando de sus bocas solo se encuentra su nombre, que vive porque espera para darle su amor bajo su pecho desnudo y solo en Ella encuentra un motivo para seguir, con la costumbre de buscarla sin pedir perdón por entregarse en cuerpo y alma a su vida.

"la santa bonares"

Y a la hora fijada, esa hora por Dios señalada, cuando el sol indique el sí decisivo, ese momento definitivo, me haré un hueco para encontrarme con Ella en la inmensa soledad de la bulla, esa que se agolpa para ver pasar a una mujer que es parte de su propia vida.  Será seguro en ese momento anunciado, pasados unos minutos de la hora  que marca el Ángelus grabado, cuando suenen las notas de la banda de música, que bien reciben las felicitaciones que salen del ama, notas que sonarán cuando todo esté dispuesto. Cuando estén dispuestos los quintos para meter sus hombros bajo las andas; cuando las flores frescas quieran regar con su aroma las calles del pueblo; cuando las abuelas hayan terminado su rezo; cuando los niños con su ropa de domingo permanezcan quietos; cuando el azul del cielo haya parado a las nubes;  cuando los balcones abran sus puertas. Cuando nada quede, todo estará consumado, todo habrá comenzado. Todo se hará realidad, al cielo con este cielo de mujer, llamada Santa María Salomé.

Mujer que no se olvida en la memoria, de esa que cuenta la propia historia, de su belleza y gloria, solo sé decirte a ti, mujer guapa de por sí, como te quiere Bonares. Te quiere por tu hermosura y el beso en tu mejilla, ese que te dan de forma sencilla; te quiere por tu gracia añil, te quiere por ese amor que se amarra en tu cintura, que es tuyo Madre pura, que quien te nombró Patrona, no era loca su locura, mas bien no entiende de otro querer, que ser bonariego y allí, allí a tu lado… querer nacer.

Despertará Bonares estrenando el aire de este su día y pido a los cielos que bonita sea la mañana, porque ese día se estrena hasta el toque de las campanas. Me lo contó el lince, de esta tierra su vigía, que vigila a su Santa desde la noche a la amanecía;  me lo contó la cigüeña, de esta tierra su matrona, que pario a los bonariegos y fue a dejarlos en brazos de su Patrona.
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Allí los quintos meterán la cintura como lo hacen en Semana Santa esas costaleras y costaleros bajo las trabajaderas, verdaderas y confesoras maderas que muestran la triunfal entrada de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén, la soledad de Nuestro Padre Jesús Cautivo, la mirada perdida del Santísimo Cristo de la Expiración, el llanto amargo de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos, la mirada dulce de Nuestra Señora de los Dolores y el duelo por el Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo.

"los quintos"

Esos quintos que soportan el peso del madero, amigo y fiel compañero, mecerán la Barca marinera de esa mujer capitana, Madre soberana, donde juegan dos niños, Juan y Santiago, con las estrellas de la mañana. Ella, que en su pecho oculta un ramillete de cruces, Misericordia, Rincón, Higueral, El Pozo, Larga, Cuatro Esquinas, La Fuente, Nueva, Arenal, El Pilar, San Sebastián y Triana. Ella, que pedirá al cielo que la luz de los candelabros de su paso, de esa barca, alumbren al gentío, por Dios que no se apaguen, que bien alumbra a ese pueblo y su camino, que a solas con su Santa ya saben hasta su propio destino.

Yo solo en la calle la vi una vez, poco puedo decir, mas la razón de escribir es la propia razón de sentir, de escuchar lo que de Ella hablaron, de intentar imaginar lo que han vivido y lo que han sentido y por ello ahora me paro y solo pienso en volver a verte porque tenemos una conversación pendiente. Lo haré ese día, cuando tus ojos vuelvan a parar mi corazón, y solo en ese momento, como la primera vez que pasó, tal vez esa misma razón que sentí,  me hará ver, que en ese instante, llegó el día, ese día de todos los días.

Fotografías: Bonares Digital