Felipe Chaparro, músico.

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El Periódico de Huelva se ha hecho eco de la trayectoria musical de Felipe Chaparro.

Igual que en su proceso de formación musical eligiera inicialmente la trompa (Grado profesional en Conservatorio de Huelva, 2010), hizo también suya la guitarra, con la cual bien pudo –puede– adentrarse en los caminos del blues, jazz, rock and roll, salsa, tango, o música clásica, porque cualidades y calidades no le faltan para destacar en cualquiera de dichos espacios. Prefirió, sin embargo, el flamenco. Y en dicho arte está perfectamente asentado sobre una sólida base en la que son cartas de presentación los títulos (Magisterio en Educación Musical; Grado Profesional de Guitarra Flamenca. Conservatorio de Huelva, 2011; Estudios Superiores de Musicología y Guitarra Flamenca en Conservatorios de Sevilla y Córdoba, respectivamente) y un profesorado de  prestigio (Niño de Pura, Manolo Franco…) del que recibe enseñanza. Ello, sin contar los trabajos habituales en Bonares, su pueblo, ya en Escuela de Música, ya en el coro parroquial, coordinados con aquellos otros de composición, dirección, arreglos y grabación. Un completo perfil, pues, según bien se lee y mejor suena. Y es que la fuente, esa que nace, “mana y corre/ aunque es de noche” en la inspiración poética de San Juan de la Cruz, es con seguridad la misma que nutre la vocación, técnica y  virtuosismo de Felipe Chaparro (25 años), artista de profundo caudal, cuyas aguas, por ley natural, habrán de llevarle muy lejos. Al tiempo. Y, además, en sus horas más fluidas y fecundas, las que con idénticas vibraciones viajaron con el instrumento de cuerda citado desde oriente a occidente para construir en Andalucía la belleza que el flamenco atesora  y ofrece; las que, en palabras de García Lorca, hicieron  de “la Bética, una isla de cultura”; las que, finalmente, y para confirmar tal calado, desde el Poema del Cante Jondo (1921; ed. Ulises, 1931) del propio Federico, eternizaron el llanto de la guitarra (…Es inútil callarla./ Es imposible callarla). Un hecho, un suceso, pero no frecuente. Y siempre gozoso. Acaso el más deseable  entre lo soñado, imaginado sentido. Para el músico (Felipe Chaparro), y para su auditorio: “Empieza el llanto/ de la guitarra/… Es inútil callarla /es imposible callarla…”.