Homenaje de Lucena a José Gonzalez.

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HISTORIA DE UN BUEN HOMBRE

Montemayor Mora, Lucena del Puerto.

Querido Miguel, como hago muchas veces, hoy te voy a contar un cuento. Éste es nuevo para ti y seguro que para tus amiguitos también. Presta atención.

Érase una vez un hombre, un buen hombre, que vivía en Bonares aunque se sentía tan lucenero como tú o la yaya.

Antes de alcanzar la edad adulta que le condujo a la jubilación, este señor se ganaba la vida pintando, sobre todo casas y fachadas. Hacía muy bien su trabajo y a las mamás y abuelas de Lucena les gustaba que viniese a pintarles González, pues era conocido así, por su apellido. Cuando llegaban las fiestas de San Vicente, el trabajo se le acumulaba.

Por fortuna encontró en su querida Lucena una segunda madre o  hada madrina. Su nombre era Mariana, una señora viuda que vivía en la calle Arriba. Como se hicieron muy amigos, Mariana le ofrecía su casa cuando tenía que trabajar aquí y pronto se convirtió en una especie de secretaria para él. Con el paso de los años, González se hizo muy popular y querido entre los lugareños y a él eso le llenaba de satisfacción. Con su profesionalidad y simpatía se había ganado el respeto y el cariño de todos. Ya se podía decir que era ‘un lucenero más’.

A José Gonzalez Ramos.

Querido Miguel, cuando pasen unos añitos más sabrás que ser lucenero es casi sinónimo de sentir devoción por San Vicente. Pues eso es justo lo que le pasaba a González. Durante décadas fue el responsable de adornar con flores la iglesia para las fiestas patronales y el paso en el que San Vicente procesiona. También ayudaba a las camaristas en otras tareas pero, fundamentalmente, se ocupaba de las flores. Además, le gustaba ir en primera fila cada 22 de enero recorriendo las calles de Lucena acompañando a su patrón. Aún alcanzó a desempolvar esa estampa de mis recuerdos de infancia: González junto a las autoridades locales orgulloso delante de San Vicente.

Querido Miguel, González estuvo viniendo a Lucena a ver a sus amistades y a San Vicente hasta que su delicada salud se lo impidió. Se desplazaba como podía, en autobús, en moto o en coche –sin tener siquiera carné de conducir-. Acudía con frecuencia a este pueblo para tomar tapas y hablar con los amigos y le encantaba gastar bromas –solía estar de buen humor.

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Hace unos años, la Hermandad de San Vicente Mártir organizó un emotivo homenaje que el agradeció muchísimo. En este encuentro, hizo público un deseo: quería descansar eternamente en Lucena. Pidió que cuando muriese le enterrasen aquí, en su amado pueblo vecino. Y así ha sido, el 11 de noviembre de 2010, González se despidió de este mundo y la familia que le cuidaba respetó su voluntad.

Un emotivo y multitudinario funeral le permitió decir adiós de San Vicente antes de subir a San Francisco. De él nos queda su simpático recuerdo y a partir de ahora también este cuento real, que ojalá sirva para que los más pequeños conozcan algunas pinceladas de su figura.

Querido Miguel, el relato te lo narraré más veces hasta que te lo sepas de memoria y me lo puedas contar tú a mí; hasta que lo adornes con frases del tipo: “Mira si es generosa la gente de Lucena que acogió a González como a un vecino más y él siempre llevó a todo el pueblo en su corazón”.

Cuento dirigido a mi sobrino que sirve de homenaje a José González Ramos por su amor desmedido a San Vicente y a los luceneros.

Articulo publicado en la revista de las Fiestas de San Vicente Mártir. Lucena del Puerto enero de  2011.