Que Bonares es ejemplo de caso de éxito del cooperativismo como herramienta de desarrollo económico, está fuera de discusión. Así lo aseveran el interés mostrado por diferentes delegaciones internacionales que visitaron nuestro municipio, su presencia en foros internacionales de economía social, los premios autonómicos (Arco Iris), incluso comunitarios (Excellence Award de REVES) conseguidos por sus agentes económicos, o por el exuberante compendio de artículos de prensa, entrevistas en radio o de televisión, intervenciones públicas realizadas por nuestros ediles en diferentes foros interesados por la reproducción de nuestra experiencia municipal, ya sean éstos locales, provinciales, autonómicos, o incluso nacionales.
Bonares, tiene ADN cooperativista, se suele decir desde su Administración local, la cual, pertenece como socio de pleno derecho en la Cooperativa de Integración COOPINTE, que aglutina a otros cuatro agentes económicos de la economía social activos en el municipio. No pierdan este detalle, el ayuntamiento es socio de la Cooperativa de Integración, institución que vela por la creación de sinergias entre los diferentes empresas de economía social para el impulso del desarrollo y de una distribución más equitativa de sus excedentes en el municipio.
Hasta aquí, todo genial. Tenemos un modelo de desarrollo económico, una administración local comprometida con él, y las herramientas necesarias ya en funcionamiento para alcanzar los objetivos que estratégicamente se establezcan.
Siendo esto así, ¿por qué no evoluciona el modelo?, ¿por qué desde hace varios años, no pocos precisamente, los bonariegos tenemos la percepción de que el modelo está agotado?, si Bonares es un caso de éxito de la economía social, ¿por qué no aplica su modelo a los nuevos nichos del mercado?, ¿por qué no se estimula sin complejos lo que últimamente se viene conociendo como la economía circular?
Demasiados interrogantes que encorsetan nuestras posibilidades de desarrollo como pueblo. A mi juicio se trata más de una cuestión de falta de imaginación, que de falta de iniciativa, pues el modelo existe.
Argüiré mi posición.
Usando una metáfora futbolera diré que el disponer desde hace años del mismo sistema de juego, ha sido más determinante para la consecución de títulos en la selección española, que la presencia en su momento de jugadores tan valiosos como Di Stefano o Luis Suárez, los mejores futbolistas de su época. En los éxitos recientes del fútbol español ha sido fundamental la apuesta decidida por mantener nuestro modelo de juego, que veníamos desarrollándolo desde hacía ya varios años, y en las diferentes categorías, y esto ha tenido una importancia suprema. Conclusión: el modelo puede ser en sí mismo un activo demasiado valioso, como para desaprovecharlo, más aún si ya gozamos de una administración, y unas herramientas comprometidas con él.
Así que, aunque podría, no discutiré el modelo de desarrollo. Es más voy a servirme de él proponiendo una iniciativa muy concreta que siendo factible, podría situar de nuevo a Bonares en la cima del ranking del cooperativismo europeo, de un cooperativismo actual y sostenible con las generaciones futuras, del cooperativismo verde.
La ley 14/2011, de 23 de diciembre, conocida como Nueva Ley de Cooperativas Andaluzas, establece en su artículo 71 que el Fondo de Formación y Sostenibilidad se destinará a actividades que puedan enmarcarse dentro de la responsabilidad social empresarial, y singularmente a los siguientes fines:
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“f) La promoción de actividades orientadas a fomentar la sensibilidad por la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible”.
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Esto quiere decir que las cooperativas que gozan de fondos acumulados por imposición legal a lo largo de los años, los cuales son altamente indisponibles por cuanto la ley así lo establece, pudiendo escapar de esta restricción sólo una parte muy insignificante de los mismos, y que suelen despilfarrarse en comidas o viajes de dudoso retorno empresarial, desde el año 2.011, con la nueva ley de Cooperativas, podrían disponer de ellos para emprender, entre muchas otras, actividades que promuevan el respeto del medio ambiente.
Esto significa que las cooperativas podrían usar parte de esos fondos que ya tienen acumulados, y que insisto, son altamente indisponibles, para junto con la Administración local, recuerden, socio de COOPINTE, que además goza de un vigor y de una salud financiera envidiable, así como junto con todos aquellos, ciudadanos o empresas con sensibilidad medioambiental que quisieran participar como cooperativistas haciendo aportaciones individuales, de proyectos de naturaleza ecológica.
Yo propondría, habiendo conocido algo de las experiencias de las localidades alemanas de Schönau, Wildpoldsried o Freiburg, incluso de la empresa gerundense Som Energía, amén de muchas otras más incipientes, la creación de una cooperativa de producción y comercialización de energía eléctrica a través de fuentes renovables (fases liberalizadas en el sector eléctrico español).
Desde hace unas décadas el planeta está pidiendo la ayuda de cada uno de nosotros para sobrevivir, e iniciativas como éstas serán las que a medio o largo plazo le darán la vuelta al modelo energético del siglo pasado, el de la connivencia con una clase política dolosa de grandes oligopolios con puertas giratorias, el generador de una energía tremendamente costosa, además de altamente contaminante, y que no tiene ninguna empatía con el consumidor.
Bonares podría erigirse en el líder de un cooperativismo sostenible, podría iniciar una transición energética de no retorno creando su propia red (lo que no significa necesariamente desconectarse de la red general) e iniciar el proceso para la independencia energética, bien produciendo, bien comercializando energía renovable, convirtiéndose en un pueblo pionero que participe con voz propia en el cambio de modelo energético hacia otro más transparente, democrático, colaborativo y sostenible.
COOPINTE, podría desarrollar como un sujeto activo esta transición, irradiando el proyecto desde sus socios hacia el exterior, contagiando la marea verde a nuevos consumidores que acudirán al calor de una energía más limpia, sabiéndose partícipes y rebeldes de pro, de una revolución energética que consolidará sin dudas las generaciones futuras.
En Alemania ya hay casi mil cooperativas que generan su propia energía, cientos de pueblos que se autoabastecen, y que incluso gestionan su propia red. Som Energía, la cooperativa de Gerona, cuenta con más de 30.000 socios, y la andaluza Zencer, con más de 1.000.
Wildpoldsried es un pueblo alemán de cinco mil habitantes que produce seis veces más energía de la que consume, y el barrio alemán Schilierberg de Freiburg, que cuenta con paneles fotovoltaicos en todas sus viviendas para recibir la energía solar proveniente de las 1.800 horas de sol que tiene al año, produce 4 veces más energía de la que consume. Para que nos hagamos una idea, en España, existen provincias como Huelva, con más de 3.100 horas de sol al año, por lo que, sinceramente, no sé a qué estamos esperando.
Como bonariego, sería toda una gozada el que Bonares pudiera romper su aletargamiento espiritual añadiendo el adjetivo “verde” al merecido apelativo de Pueblo de las Cooperativas, situando de nuevo su modelo de desarrollo en vanguardia, capaz de satisfacer las nuevas necesidades y exigencias sociales del siglo XXI.