Las Cruces de Bonares, por José Joaquín Domínguez.

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Me llamo José Joaquín Domínguez y enseño inglés en el instituto de Niebla, el día de la Cruz Bonares me regaló una mañana más que preciosa. Tuvo de todo. Hasta me mojé yendo a desayunar a la plaza.
Día de las Cruces de Bonares 2012.

Conocía algo del paisaje del pueblo. Lo he cruzado años yendo a trabajar a Lucena. Siempre me enamoraron sus vallados de espinos blancos y sus pagos de higueras, almendros y viñas al Suroeste. Menos mal que las máquinas no han entrado mucho por allí. Incluso he vuelto a pasar por el sitio muchas primaveras más, a pesar de la carretera nueva. Pero ya veo que el pueblo guardaba muchos sabores más apetecibles a mi paladar.

Cuánto me alegré este día de levantarme temprano y poderme embriagar con la umbría fragancia mañanera del pueblo en fiestas. Dejé el coche junto al monumento que honra a todos los muertos de la Guerra Civil, (grande Bonares…), y bajé directo a las Cuatro Esquinas. Allí pregunté a un señor mayor que andaba trasteando con cosas de la Cruz cuál era el mejor sitio para apostarme a vivir las fiestas. Sin dudarlo, el hombre me respondió: – Éste, no te muevas de aquí, lo cual levantó las risas de otros dos que observaban desde la acera de enfrente.

Me perdí, a continuación, por las calles y callejas que dan a la iglesia para darme de bruces, oh maravilla, con el acarreo de las Cruces, que son llevadas con amor y orgullo al templo por las personas justas por las calles en silencio de un pueblo que apenas comienza a desperezarse del cansancio de todo el día anterior de romero en el Corchito. Cuánta belleza y simpatía juntas. Quedé deslumbrado. Luego la misa y, después, la procesión. Qué decir. El año que viene, si puedo, vuelvo.

Hablé con mucha gente. Casi todos me preguntaban de dónde era. Un señor entrado en años que sale en segundo plano en las imágenes interiores de la iglesia, medalla de cordón rojo al cuello, me abordó y, al escuchar «Villarrasa» me espetó: – Tiene cruces – añadiendo tras un momento de mirada taciturna – pero no me gustan. Es un pueblo «partío».

Enhorabuena a todo Bonares por mantener esta lindísima tradición. Me gustó, de cabo a rabo, todo lo que viví. Un beso muy grande para mis compañeras Cristo y Manoli con las que me encontré y con las que me hubiera gustado tomar algo en el casino de la Calle Larga, pero se me echó la hora encima con la cámara. Desde ahora me encomiendo para hacerlo el año que viene, ellas saben que las quiero mucho.

Pasé cinco horas en Bonares, grabé una hora de vídeo y aquí os lo dejo.