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Estamos muy preocupados por el derroche que nuestros dirigentes políticos hacen de los recursos públicos, parece que se han sobrepasados los límites y ya no soportamos más estas conductas ¡eso es algo que me alegra! saber que la gente corriente por fin se están dando cuenta de que lo público es lo nuestro, y por lo tanto cuando alguien roba al estado también nos roban a todos, pues todos somos quienes con nuestras aportaciones por pequeñas que estas sean llenamos las arcas del estado y por fin ahora comenzamos a preocuparnos de cómo el gobierno gasta esos recursos que no hace mucho no considerábamos nuestros.
La corrupción en nuestro país siempre ha sido algo tolerable, un comportamiento heredado de los tiempos de la dictadura, cuando no era posible denunciar los abusos, y fueron tantos años de dictadura, que cuando llegó la democracia en el inconsciente colectivo de los españoles, esa conducta de tolerancia con la corrupción en las instituciones continuó y solo cuando esas conductas llegaron a unos extremos en lo que vimos cómo estaban saqueando todo el estado, el país ha comenzado a reaccionar, el umbral de tolerancia había sido sobrepasado, los españoles por fin hemos asumido el concepto de democracia y no toleramos que nos metan las manos en los bolsillos aquellos en quienes confiamos para que nuestro bienestar mejorase.
Al hilo de lo expuesto anteriormente, sería interesante aplicar el mismo criterio a nuestras propias conductas y nos daríamos cuenta de cómo el derroche de lo público no solo es patrimonio de los políticos corruptos sino que la mayoría de nosotros incurrimos en comportamientos que supone un verdadero derroche de ese patrimonio, ¿cuántas veces hemos visto como alguien a nuestro lado daña los jardines públicos, rompe una papelera etc.? (Por poner un ejemplo) y no decimos nada, esas actitudes ya no se pueden consentir porque si las consentimos nos deslegitimamos para criticar otras conductas aunque el costo económico de las mismas no sea comparable.
Cuando consideremos lo público como lo que verdaderamente es -la propiedad de todos- veremos el mobiliario urbano como los muebles de nuestra casa, tendremos verdadera consciencia de que si algo se rompe lo pagaremos nosotros.
El desapego por la política ha generado un sentimiento de que lo público es de los políticos y eso también ha servido para que los corruptos se sintieran dueños de todo aquello que el pueblo no protegía.
Es bueno y por qué no decirlo es imprescindible desconfiar de quienes nos gobiernan, la confianza no se regala es algo que se tiene que ganar y la realidad nos dice que hemos regalado nuestra confianza y como consecuencia hemos sido defraudados, y si la próxima vez que votemos no nos esforzamos por ser mejores eligiendo, volveremos de nuevo a ser defraudados.