Eran las 1:35 a.m. de aquel fatídico 11 de mayo de 2.010 cuando el Sr. Rodríguez Talantrilero aceptó tras un intenso debate, incluso tras una larga discusión con el resto de miembros de la llamada “administración zapatitos”, la invitación lanzada por el Sr. Van Rompeyculo, presidente del Consejo €-peo, de participar en aquel novedoso juego, de prácticas extrañas, al que todos llamaban por el nombre del “impasible”.
Tras varias semanas de preparación junto a su compañero Zero-llo en un tapadillo camuflado como academia de artes plásticas situada en el madrileño barrio de Chueca, su alternativa no parecía demorarse.
En efecto, ésta le sobrevino por el cauce oficial, pese a su carácter extraordinario.
Ya en la última cumbre europea celebrada a finales del mes de marzo, se consensuó el lugar de la que sería la próxima contienda informal. Se estableció que se celebraría en el Résidence Palace, de Bruselas, precisándose que la fecha se conocería más adelante por medio de un procedimiento ciertamente inusual, la citación se haría a través de Blackberry Messenger, pues prentendían que la institución se adaptara a unos nuevos tiempos cada vez más tolerantes, cada vez más tecnológicos, entendiéndose además, que este medio era el más idóneo con el presumible orden del día de la próxima cita.
“It´s raining men, aleluya, …, it´s raining men, …” Su Blackberry con funda de color rojo pasión, le espetó un primer aviso, al que el Sr. Rodríguez Talantrilero atendió de forma prioritaria, pues enseguida supo que había llegado el momento para el cual se había estado preparando técnica y psicológicamente en las últimas semanas. Además él siempre fue un hombre de Estado, por lo que pensó que no había nada malo en hacer patria del disgusto.
Rápidamente activó el protocolo diseñado para estos menesteres tan relevantes por el gabinete de crisis de su administración, aterrizando la delegación española con su presidente a la cabeza en el aereopuerto de Bruselas-Zaventem a las 7:35 a.m.
Sólo en cuestión de minutos, la representación permanente de la Embajada española lo trasladaba al citado Palacio, en donde el resto de delegaciones nacionales con sus respectivos actores-presidentes, le aguardaban ataviados en albornoces de cara seda Oriental.
Fue un mal presagio, intuyó, “Seguramente éstos socios indeseables hayan tramado y fijado alguna posición en común en contra de los intereses españoles”, le susurró a nuestro embajador con tono de repulsa, a la vez que arqueaba, más si cabe, una de sus cejas, incluso aparentando ser astuto.
Una vez estuvieron ya todos los participantes prestos para iniciar la batida, se despidieron de toda la legión de asesores, representantes y diplomáticos, procediendo a sentarse cada cual en su correspondiente asiento.
Los asientos, hechos de mimbre, fueron famosos por haber participado en numerosas entregas de la saga Enmanuelle, y estaban equidistantemente distribuidos alrededor de una gran mesa de forma circular y dimensión enorme. Sobre la mesa, delante de cada asiento, asomaba al exterior un rectángulo de cristal de Bohemia identificando tanto el nombre, como la bandera, de cada país miembro. Junto a cada cartel había una tarjeta y una pluma estilográfica perfectamente serigrafiados con los detalles del Consejo €-peo, así como una jarra con agua fresca procedente de los Alpes austriacos, una toalla de color rojo carmesí, y una pequeña escupidera chapada en oro. La mesa estaba cubierta por unas enaguas de color azul marino, con bordados en oro blanco.
Esta solemne atmósfera se completaba con una banda sonora instrumental en donde predominaban versiones chill-out sobre grandes éxitos de los Village People.
Cuando el Sr. Van Ronmpeyculo, que presidía la cumbre, apago la luz, todos se apresaron a coger rápidamente sus plumas y escribir el nombre del compañero que sería electo como protagonista de esta cumbre informal, depositando su veredicto en una urna que hacía las veces de centro de la mesa. En cuestión de segundos, volvió a encender la luz de la habitación.
El resultado fue sobrecogedor para los intereses patrios:
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Votos emitidos: 17, uno por cada representante del Consejo €-peo.
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Abstenciones: 3, las de los representantes griegos, portugués e irlandés.
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Votos nulos: 2, los de los representantes de Italia y España.
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Votos válidos: 12 votos unánimes a favor del Reino de España.
El Sr. Rodríguez Talantrilero experimentó una sensación de náuseas, a la vez que de indisposición, tras conocer el resultado del escrutinio. Tal fue así, que espontánea y solemnemente, gritó, ¡CABRONES!
Acto seguido, todos los participantes se desprendieron de sus respectivos albornoces, mientras nuestro protagonista se sumergía debajo de la mesa, tratando de defender con discutible dignidad los intereses patrios.
Mientras todos intentaban disimular manteniendo rostros de partida de póker las muestras de gustirrinín que el acontecimiento les confería a sus viejos y arrugados órganos, el Sr. Rodríguez Talantrilero se esforzaba en desplazarse debajo de tan innoble mueble sin hacer ruido alguno.
“Glup, Glup,.. Urrrrrrrr, …, pluff, …” se oía por momentos bajo la mesa.
Fue en ese mismo momento cuando el representante italiano decidió la renuncia a sus obligaciones nacionales, si bien ésta no se produjo hasta pasado unos meses.
El resto de ciudadanos españoles no nos apercibimos de estos desagradables acuerdos consensuados al más alto nivel, esto es, de la mala follá de nuestro compatriota, hasta pasados pocos días después a aquel en el que él mismo los conoció en primera persona.
¡Lástima que su innoble esfuerzo y su obstinada dedicación no fueran suficientes!
De este modo, en el Boletín Oficial del Estado, pronto empezaron a sucederse las regresivas medidas pactadas por nuestro títere-protagonista, quién accedió a casi todo con tal de que le permitieran por esta primera vez, finalizar rápidamente el juego.
Pese a que oficialmente sólo cedió a la primera subida de IVA, la supresión del cheque bebé, la reducción salarial del funcionariado, la congelación de las pensiones, el primer retraso en la edad de jubilación, y una media reforma laboral decretada sin consenso, el Sr. Rodríguez Talantrilero logró defender con su hábil movimiento de lenguas la pretensión de un núcleo duro de la mesa que hubiera sido del todo inadmisible, a saber, la destitución de gran parte de la clase política española por su responsabilidad penal, junto a la de la banca, en la crisis económica, y en el saqueo del erario público, y por extensión, del privado.
Nada trascendió en los medios del rol desempeñado por nuestro participante, ni de ese extraño juego de lenguas, muecas y gemidos.
No obstante, se sabe, que una vez más ganó la representante alemana, que presumía de no inquietarse en absoluto durante el transcurso de la cumbre, a sabiendas quizá, de que nadie sería lo suficientemente “guarro”, o inconsciente, como para hincar el diente en semejante adefesio germano e inmóvil.
En fin, ésta y no otra, fue la realidad sobre el making-off del primer gran ajuste que sucumbió a los ciudadanos españoles en general, y a los bonariegos, en particular, en estos graves momentos de dificultad y desafectación política.…
To be continued.
“Esta historia está basada en una historia de ficción en donde los nombres y cargos en la misma relatados han sido escogidos al azar. Cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia”.