Mirar la Memoria.

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Plaza del Consumo

fotografia antigua




Una vieja fotografía, es un recuerdo olvidado, un atisbo de luz que reaviva nuestra mirada.

Indalecio Iglesias Romero
Indalecio Iglesias Romero

En la imagen herida por el tiempo, la vida permanece, los corazones laten y podemos oír en el silencio, las huellas sonoras de un tiempo marchito, que renace cuando nuestra mirada ilumina ese tiempo ya vivido, que nos da respuestas y nos muestra caminos.

Las imágenes doradas por los años, aviva el pasado, nos lo muestra con la lozanía del presente, y al admirar ese tiempo acontecido, vivo en el retrato, podemos comprender el hoy que estaría huérfano, sin ese principio que vive en el calor de nuestra memoria.

Algunas viejas imágenes, iluminan el pasado con tanta claridad que podemos oír los cencerros de las vacas y el alegre tilín que las cabras con sus campanillas esparcían por las calles polvorientas, calles que hoy en nada se parecen a las de ese aún cercano pasado que el olvido se encargó de hacerlo viejo.

¿Quién?, tras haber vivido largos años de trabajo y esperanzas, no siente galopar el corazón, al recordar la niñez, entre la maraña de la brumosa memoria, y vuelve a tener joven la mirada al ver ese reflejo del lozano ayer en la ajada fotografía, es imposible sustraerse a la nostalgia y caminar hacia delante sin mirar la huella que dejamos esperando que sea, la clara senda que otros surcarán.

Mirar la memoria es vivir de nuevo, volver a ese principio y comprender que nunca nos fuimos de ese ayer que parecía olvidado y que una imagen, vieja, marchita y deslucida por el tiempo, nos devuelve al lugar más amado, donde el corazón sueña, esperanzado y feliz.

Vive el hombre su tiempo, tratando de alcanzar con su mirada el lejano cielo, tanto ansía alcanzarlo, que olvida el camino recorrido, en el que están todos los horizontes, y todas las batallas que libraron, en una vieja fotografía, están todos los recuerdos, y los podemos abarcar todos con una sola mirada.

El tiempo palpita en ese instante eterno, que quedó vivo en la fotografía, nada puede ya perturbar ese momento, no envejece el niño, ni se agostan las flores, la tarde nunca se termina y la sonrisa no se va de la mirada. En ese breve intervalo podemos vivir casi una eternidad, pues logramos recordar muchos años al sentir viva la imagen colgada en la pared, ese tiempo detenido es nuestro, en él, podemos vivir la niñez a pesar de que ya se fue, el amor nos pinta un leve rubor en las mejillas pues revivimos ese tiempo y en él podemos volver a ser los que fuimos.

Indalecio Iglesias Romero