Tiempo
¡Oh! sí, bellísima Inés, espejo y luz de mis ojos; escúchame sin enojos como lo haces, amor; mira aquí a tus plantas, pues todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor.
Palabras de un Don Juan, que por noviembre renace. Noviembre que suena a cementerio, a castañas asás y días de guardar; a cajas de membrillo, lluvia y soledad; a Rosario, Salomé, iglesias de luto, difuntos y to santos; corral de comedias, candiles, pillos, truhanes, espadas, muertes y amores por conquistar.
Suena a Sevilla, que atrás queda porque de Bonares suena la llamá, como la del viejo capataz que al cielo quiere a la Madre llevar, esa Madre Salomé, verdadera mujer de fe.
Suena a Bonares, a ese puente rebonito que por viejo ya ni está; a quiosco de la plaza España, churros en la de abastos, una cuesta que no acaba y un pozo que agua dejó de dar; mayo me huele a romero y a peregrinos de una cruz; Andalucía me suena a plaza, a circo, a niños con churretes y a unas casas que se hacen viejas, sin prisas; a Indalecio, Cristóbal, Nuria y Gómez, fotografías de una historia por contar; a pobres de pan con aceite, a camas calientes, a cerdos y tómbolas de solidaridad; suena Misericordia a mariposas, Asunción a campanas, la taberna a coplas sin vergüenza y a tiempos de nostalgia me suena la ermita sin encalar; Pilar a joyería de señor cabal, el suelo me suena a caballos, Colón a teatro, ruso me suena a mesón, Casino a Señor, corpus a traje nuevo, todo allí tiene su voz, esa que sale de dentro, de dentro del corazón.
Llega noviembre, distinto a los demás, como el tiempo que atrás pasó, ese de los niños meones en las esquinas, de retratistas en burro, barcas sin mar y aviones sin volar; de amor en el corchito porque Soledad rodándose está; de excursiones los dominguitos de playa y juegos de chiquillos en el corralón.
Noviembre porque Ella sale y no cabe la gente en la calle, porque son cosas que no se han muerto, porque todo allí tiene una voz, esa que sale del alma de esa niña, que viven en esa tierra de viña y habas enzapatá; de cante y de fiesta, la que bosteza en la atardecía porque es mecía por los quintos que a su madre le gritan Guapa; la que envidiosa se mece con el viento que viene y que vá; de luna y estrellas que juegan en la madrugá; de la Virgen de los Dolores, de niñas morenas que madrinas no serán pero por siempre agraciá, del vestío de guerrillera valiente que aprieta los dientes, la de la plaza llena de niños y llenas de palomas, de verbenas de postales, la por siempre enamorá, la que se duerme entre montañas y que su puerta siempre abierta está y que con el jazmín en la melena, siempre coqueta vá.
Sube la cuesta, noviembre abre su telón y se cierra el portalón, se guarda la llave en el corazón de cada bonariego, esa que abre la ermita, espera la imagen bonita, dos besos, un saludo, una Madre, un te quiero, una espera para estar a su vera, ecos que susurran, que se cuelan por los ventanales, de esas letras que le cantaron por sus calles. Aligera el calendario, pueden los nervios, para el tiempo adelantar. Santa María Salomé espera impaciente en la tarde tranquila, a los versos sentidos, las manos sin miedo, los besos eternos, las miradas perdidas, la palabra te quiero.
Duerme Bonares, el Lince vigila, recela la luna, se calla el silencio, un año que queda, la historia revive, cuando en el corazón se vive. Me suena a pueblo, clavado en la mar, así me suena Bonares, no sé por qué será.