La torre de mi pueblo no la puedo olvidar, DESDE GALILEA.

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iglesia de bonares

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DESDE GALILEA.

Antonio Martín Carrasco, sacerdote de Bonares.

Había una canción que cantábamos los niños: “La torre de mi pueblo no la puedo olvidar – No la puedo olvidar porque le tengo amor – No quisiera morir muy lejos de ella, no…”. En esta ocasión con el permiso de nuestro amigo Raul Delgado voy a utilizar su eslogan: ¿Sabías qué …?.

Hay muchas cosas que es bonito recordar como las que nos la recuerda Raul. Cuando el uso de los relojes estaban muy limitados y algunos, pocos, utilizaban los de bolsillos luciendo sus cadenitas… igual que los teléfonos… (en mi calle Misericordia solo había una casa que lo tenía). Y no digamos los antiguos aparatos de la radio, que en un tiempo sólo lo teníamos en esta casa con acceso para algunos vecinos. Entonces el pueblo se conducía con las campanas de la torre. La Parroquia tenía un empleado llamado “el campanero”. Uno de los últimos que conocí que ocupó el cargo muchos años se le conocía por su apellido “Barrera”. Ahora con las campanas electrificadas y después de 71 años de mi ausencia del pueblo: 12 de estudios y 59 cumplidos de mi Primera Misa, no sé los que han quedados y si se conservan las costumbres de entonces.

Teníamos muchos toques de campanas puntuales que dirigía la vida del pueblo y todos con sus nombres. Por la mañana sobre las 6.30 se comenzaba con el PRIMER toque del AVE MARÍA. Era como el despertador que ponía alerta a todos los que tenían que prepararse para salir al campo e ir a comprar la carne y el pescado a la “Plaza” y en el tiempo de las “cartillas de racionamientos” a recoger el pan asignado en ellas. A continuación venía el SEGUNDO, que eran los toques de la Misa, era el momento de levantar y preparar a los niños para el Colegio. Había un toque intermedio llamado de ALZAR A DIOS. Era la Consagración en la Misa. Recuerdo haber visto a muchos hombres por las calles y hasta en el campo, (en los sitios que se oyen las campanas), quitarse el sombrero, tan usado en aquel tiempo, como respeto a ese toque de campana y por lo que representaba o anunciaba. En aquellos tiempos sólo se celebraban las Misas por las mañanas. Hasta el Concilio no se comenzaron las Misas vespertinas o de la tarde.

El TERCERO, a las doce llamado el ÁNGELUS. Las amas de casa preparaban el almuerzo, los niños volvían de las Escuelas y algunos hombres de los campos cercanos volvían a comer.

El CUARTO, sobre las tres de la tarde, el toque de VÍSPERAS, algunos de nuevo volvían al Campo, los niños volvían a las escuelas, era la hora de las siestas en el verano, las mujeres recogían las ropas del tendedero, planchaban etc. y ponían el “cocido” en la hornilla que tardaba horas en hacerse.

El QUINTO toque era al atardecer llamado el toque de la ORACIÓN en el que se abría la iglesia y se daban los toques para el Rosario o para las Novenas de las devociones populares. Era el momento para terminar el “cocido”, comida ritual de la noche para todos, teniendo en cuenta a los que en el campo comían de fiambre.

Por último un QUINTO toque llamado de ÁNIMAS, con el que el pueblo recordaba a todos los seres queridos de la familia muertos y que pasaron a la VIDA VERDADERA. Este toque ordinariamente servía para acostar a los niños y recogerse en casa los hombres, si estaban en Casino o en la Taberna.

Había otros toques conocidos por la gente y llamados como TOQUE de FUEGO para avisar en los incendios y para que acudieran las gentes con sus cubos de agua para sofocarlos. Toque de SEÑAL de muerto con DOBLES. Las gente por este toque se enteraban ¿Quien ha muerto? Y el llamado, “TIN-TAN” con un repique, si era un niño. Estos, se les repetían en los entierros, los llamados DOBLES, a los mayores y los repiques para los niños, que supongo se seguirán utilizando de manera electrónica.

Las campanas nos hacían vivir una vida comunitaria como la que se vive en un monasterio o aquí mismo en el Seminario donde el toque de la campana nos indica el horario constantemente.

Este recuerdo no supone para mi añoranza con la vuelta que ha dado todo: Relojes, televisores, lavadoras, electrodomésticos, cocinas, ordenadores, móviles… y tanta tecnología que el Señor nos ha regalado, ¿Quien no se alegra por tantos cambios, a través de la sabiduría del hombre?. Decimos: Si nuestros abuelos levantaran la cabeza? Una buena madre decía: con lo que he pasado con “los lavaos”, ahora viendo mi lavadora me da pena de morirme. Por eso es bueno recordar que nunca ha faltado la importancia de muchas cosas y la que tiene las campanas inolvidables, que como decía al comenzar: “La torre de mi pueblo no la puedo olvidar… porque le tengo amor.”

DESDE GALILEA

Antonio Martín Carrasco

Sacerdote de Bonares